Mariguana: tarde otra vez

Jorge G. Castañeda

Muchos hemos dicho a lo largo de los años que en México siempre llegamos tarde. Para hablar de historia reciente, entramos al GATT un lustro después de haber podido. En 1980, López Portillo escuchó las voces de su gabinete y decidió que no (full disclosure: mi padre votó en contra). En 1988, cuando Canadá firmó un TLC con Estados Unidos, nos esperamos hasta 1994 para el TLCAN.

 Alcanzamos la alternancia hasta el 2000, por lo menos seis años tarde, y mucho tiempo después del resto de América Latina (a excepción de Cuba). Nuestra apertura energética se demoró aún más, lográndose formalmente en 2014. Si algunos nos adelantamos siempre, y por eso nos equivocamos, México parece atrasarse siempre, y también por eso nos equivocamos.

 El nuevo mejor ejemplo es la legalización de la mariguana. Un grupo de ex secretarios de Estado, intelectuales y activistas, promovimos la despenalización vía el aumento del gramaje permitido en el Distrito Federal (cuando existía), hace ya casi tres años. Por diversas razones, la iniciativa no prosperó. Varios legisladores propusieron lo mismo, en la capital o a escala nacional. No tuvieron éxito. La Suprema Corte finalmente falló como sabemos a finales del año pasado, pero el gobierno de la República ha hecho todo para acotar la sentencia.

Después de este larguísimo debate, el gobierno de EPN y el Senado (que por cierto ya organizó muchos otros foros antes) han lanzado un debate para... ver qué hacemos. El resultado, según todas las indicaciones, va a ser un nuevo retraso. El estado de California, donde viven más ciudadanos mexicanos que en cualquier otra entidad de la República salvo el Edomex, la CDMX y Veracruz, legalizó el uso medicinal de la mariguana en 1996. Los causales son tan amplios —ansiedad crónica, dolores reumáticos, necesidad de portar solo una recomendación y no receta médica— que equivale a una despenalización plena. Para no dejar, en noviembre de este año se aprobará vía referendo el uso recreativo, desde la producción hasta la venta en expendios.

El secretario de Gobernación, el jefe de Gobierno capitalino y hasta el inefable Mondragón y Kalb parecen aceptar ya, como gran cambio, la aceptación jurídica y supuestamente logística, de la mariguana terapéutica. Otros partidarios de medidas más radicales describen esta postura como un paso adelante.

Tal vez lo sea —dependiendo de los causales que se estipulen—, pero me quedo con las ganas y la inconformidad por una decisión hipotética tardía, timorata y ambigua. De darse nos retrasamos 22 años con relación a California. ¿De plano no podemos ponernos al día? ¿Ni siquiera donde viven millones de mexicanos?












¿Y si gana Trump?


Jorge G. Castañeda

Las primeras elecciones primarias de la contienda presidencial de Estados Unidos tendrán lugar dentro de ocho días. Se celebran por tradición en Iowa. Siempre la primera, y New Hampshire la segunda.

Si las encuestas de esta última semana no erraron, Donald Trump puede ganar ambas contiendas del lado republicano.
En New Hampshire su ventaja es amplia y en Iowa ha rebasado al segundo lugar por nueve puntos, aunque en esa entidad la gente debe reunirse en diversas casas-habitación en la noche para votar, en un proceso que suele desalentar a muchos simpatizantes. Es posible que los adeptos de Trump en las encuestas no acudan a los caucus de Iowa. Pero si el magnate vence en las dos primarias, y vuelve a ganar en Carolina del Sur un par de semanas después, va a resultar muy difícil arrebatarle la candidatura del partido que hizo suyo a poco menos de los 70 años de edad.

En el bando demócrata, el también septuagenario senador Bernie Sanders lleva meses aventajando a Hillary Clinton en New Hampshire. Ahora también la ha rebasado en Iowa, donde la ex secretaria de Estado fue derrotada en 2008 por Obama, gracias al ejército de voluntarios que invadieron el estado procedentes de la vecina ciudad de Chicago. Sanders está haciendo lo mismo, pero con jóvenes activistas de todo el país, concentrándolos en Iowa para que animen a sufragar a votantes apáticos. No es imposible que Sanders gane las dos primeras votaciones del país y genere un verdadero pánico en las filas demócratas.

Es probable que Hillary Clinton sea la candidata de su partido, pero ya no alcanzará la victoria rápida y fácilmente. Llegará raspada y cansada a la campaña presidencial de septiembre. A menos de que sus errores de ahora se amplifiquen y se repitan o que surja una nueva revelación dañina sobre su utilización de un servidor privado cuando fue canciller. En ese caso, Sanders puede ser el candidato Demócrata, y Trump le puede ganar. En serio.

Por eso el fin de semana apareció que el ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg está contemplando una candidatura... independiente para la presidencia, en la cual invertiría mil millones de dólares de su fortuna. Lo dudo, pero también dudaba que Trump se mantendría a la cabeza de todas las encuestas y que Sanders se transformaría en una seria amenaza para Clinton. Como sigo dudando que lo mejor para México, los países musulmanes y Europa Occidental sea seguir con la política del avestruz y rezarle a alguien para que Trump desaparezca. No va a suceder.




















Pemex y Aramco

Jorge G. Castañeda


El desplome del precio del petróleo ha afectado al país de varias maneras. Impactó en las finanzas públicas, a pesar de las coberturas compradas con oportunidad y destreza de Hacienda. También en la balanza comercial: aunque el crudo ya no es lo que era en nuestras exportaciones, la caída de volumen y precio del crudo afecta las cuentas externas. Y desde luego el derrumbe daña enormemente a Pemex, cuyas finanzas hoy se ven mermadas.

Pero quizás el impacto más serio radique en el significado para la reforma energética. Abro dos breves paréntesis. En 2013 el gobierno de EPN tomó una decisión estratégica, supongo que muy consciente y ponderada, de buscar inversión privada nacional y extranjera en yacimientos mexicanos, solos o con Pemex, pero no en Pemex.

A diferencia de lo que muchos propusimos desde 2009, a saber, la salida de Pemex a bolsa, optaron por buscar su reforma cambiando su entorno, no el funcionamiento interno de la paraestatal. Creo que esta decisión se tomó por dos motivos: uno, el bajo valor de sus activos en aquel momento; evaluación acertada pero que no previó que tres años después ese valor sería infinitamente menor; y dos, no abrir el flanco a la crítica de la "privatización", ya que la venta de una parte minoritaria de las acciones en la bolsa mexicana y de NY hubiera implicado eso, no solo inversión extranjera en hidrocarburos en México. Pero esa decisión hacía depender la transformación de Pemex de su entorno, y éste depende del éxito de la reforma energética, que hoy es severamente cuestionado.

Todo indica que por la caída de los precios el gobierno se va a ver obligado a posponer, por lo menos hasta mediados de 2017, la fase siguiente de la ronda 1 de licitaciones, en aguas profundas. Los recortes inmensos de gastos de inversión de las grandes empresas petroleras en el mundo significan que haya escaso interés a estos precios por iniciar enormes inversiones en México, aun si las condiciones jurídicas fueran ideales (que no lo son necesariamente).

El segundo paréntesis tiene que ver con lo que informó The Economist a propósito de la intención de Arabia Saudita de lanzar una IPO de Aramco, la empresa petrolera más grande del mundo, nacionalizada por los saudís desde los años 70 y que les permitiría recaudar más de 100 mil mdd en la bolsa de Riad, Londres o NY. Esta decisión no está tomada, pero según la revista se antoja cada día más probable. Aparentemente ante la caída del precio los saudís sí se atreven a salir a bolsa, para mejorar sus finanzas, y para modernizar a la empresa, restarle opacidad, darle transparencia, rendición de cuentas y mejores prácticas.

México y Pemex no lo hicimos cuando se hubiera podido, aunque en condiciones para nada idóneas. Ahora dependemos para transformar a Pemex de una reforma energética que probablemente será pospuesta uno o dos años. Son las consecuencias del entorno externo y del conservadurismo interno.









Moreira en Madrid

Jorge G. Castañeda

La detención de Humberto Moreira en Madrid constituye un acontecimiento histórico. No por la dimensión del personaje, ni por la validez y la magnitud irrefutables de las acusaciones, ni tampoco por el desenlace posible del arresto: domiciliario de corto plazo o varios años de cárcel, sino por dos consideraciones. Moreira es el primer ex presidente del PRI que pisa prisión. Muchos, desde Alfonso Martínez Domínguez hasta Carlos Sansores Pérez, fueron cuestionados por represores, corruptos o ambas cosas. Otros rompieron con su partido y construyeron muros defensivos contra cualquier acusación. Pero jamás había caído al bote ninguno, y menos aún alguien tan vinculado al Presidente constitucional en turno.

En efecto, algunos de los jerarcas priistas permanecieron cerca de quienes los designaron. Otros se distanciaron de su jefe (Reyes Heroles de Echeverría, Oñate de Zedillo). Pero pocos desempeñaron un papel tan importante en la selección y elección del candidato de su partido como Moreira con Peña Nieto. Por una sencilla razón: hasta 2006, la jefatura del partido era solo uno de los múltiples instrumentos del aparato de Estado que apoyaban al candidato oficial. Con Peña, por primera vez, no. Moreira fue clave en la llegada de EPN a la candidatura, y a la elección de los gobernadores priistas en 2009, 2010 y 2011 que le facilitaron el camino. Por eso Manlio Fabio Beltrones lo estima tanto.

Su encarcelamiento —provisional o no— es trascendente por otro motivo. De nuevo en un caso de corrupción —o de derechos humanos— resultó decisivo el factor externo. Al igual que con denuncias previas —desde Walmart hasta Malinalco, o desde Tltatlaya hasta Cocula, o de HSBC hasta Oceanografía— se trata de instancias extranjeras —prensa o autoridades– que nos informan de la posible comisión de un delito mexicano... y de sus consecuencias. Es difícil saber hoy si la policía española detuvo a Moreira a solicitud de EU o motu proprio, ni por por qué sucedió ahora y no antes o después.

Lo que sí sabemos es que no fue gracias a una petición mexicana. También sabemos que desde su regreso de Barcelona en 2014, Moreira pasaba su tiempo entre Saltillo, Monterrey y Cuernavaca, conversando y asesorando a diversos políticos del norte del país y en la capital, sin ningún temor de ser aprehendido. ¿No había ningún cargo en su contra en México? ¿Por qué en España o en EU sí? ¿Por qué no solicitaron su extradición Madrid o Washington, ahora que está de moda?

No toda denuncia de corrupción debe provenir de fuera del país para prosperar. Pero si no proviene de fuera del sistema, no prosperará.










'El Chapo' en las encuestas

Jorge G. Castañeda

Muchos han hecho la reflexión estos días sobre el grado de incredulidad y cinismo que permea a la sociedad mexicana a propósito de El Chapo. Ya disponemos de datos un poco más duros al respecto, aunque se trata de encuestas telefónicas —limitadas todavía a una clase media, cada día más ancha— con muestras pequeñas —400 a 500 entrevistas— y levantadas de botepronto: entre el 8 y el 12 de enero. Me refiero a la de BGC-Excélsior y de Reforma, publicadas lunes y miércoles, respectivamente.

Con una diferencia —los de Reforma piensan que debe ser juzgado en México, los de Excélsior, no— ambas reflejan el mismo sentir de los mexicanos a los cuales su muestra representa. Casi dos terceras partes de los entrevistados piensan que El Chapo se va a volver a fugar. Casi 60% manifestó una sensación negativa —enojo, desconfianza, indiferencia— ante su captura. Después de la detención de Guzmán, tres de cada cuatro mexicanos consideran que las cosas se le están saliendo de control al Presidente.

Peor aún: 80% manifiesta que la recaptura es solo un cumplimiento del gobierno con su obligación, y 41% piensa que con la recaptura la violencia en México va a aumentar. Con dedicatoria a la Secretaría de Gobernación y al Gabinete de Seguridad, dos terceras partes creen que la detención se debió a los descuidos de El Chapo, y solo 17% a la eficacia de las autoridades. Por último, según la más crítica de ambas encuestas, para Reforma la opinión del gobierno mejoró entre 23% de los mexicanos, empeoró para 31%, y con 42% permaneció igual. ¿Qué nos dicen estas cifras? Que el sentimiento de euforia expresado por las autoridades desde el primer minuto (Twitter, Himno Nacional diplomático, declaraciones de funcionarios y priistas) no es compartido por la población. Contrasta esto, por ejemplo, con las encuestas sobre la opinión de los norteamericanos con la caída de Osama Bin Laden. El impacto sobre la popularidad y aprobación presidenciales, que pronto veremos medida por encuestas públicas o filtradas, será pequeño y efímero.

 Finalmente, volviendo a mi especulación de unos días atrás, la gobernabilidad de una sociedad tan escéptica, pesimista y "contreras" se antoja extremadamente difícil. En el fondo, dentro de sus excesos consuetudinarios y chocantes, el gobierno más bien tiene razón en mucho de lo que dice sobre El Chapo. La gente, calibrada por estas encuestas, no. Ahora cámbienle....