AMLO, Zavala y la corrección política

Jorge G. Castañeda


Las encuestas divulgadas en los últimos días y el sentido común, así como las ansias que todos tenemos para llegar al 2018 en plena especulación, comienzan a dejar entrever ciertas tendencias. En esta ocasión me refiero a dos paradojas o complicaciones para la corrección política en México.

 Andrés Manuel López Obrador claramente va a ser el candidato de izquierda o, si no es el único, el más importante. Tiendo a pensar, sin albergar certeza al respecto, que al final —al mero final— el PRD se alineará con él. Solo que en México, país extraño como pocos, el candidato de la izquierda va a seguir defendiendo posiciones difíciles de comprender para una persona de izquierda.

Menciono unas.
 AMLO ha dicho hasta ahora, de una u otra manera, con distintos grados de fervor y de claridad explícita, que se opone al aborto, a los matrimonios gay, a la despenalización de la mariguana y a la muerte asistida. Nada  de malo. Solo que en el resto del mundo ser de izquierda suele implicar ser partidario de estas causas. En México no. La pregunta para los votantes de izquierda ilustrados —no los pejezombies— es si abrazan estas causas, o por lo menos las consideran dignas de ser defendidas. ¿Pueden votar con conciencia y tranquilidad por un candidato dizque de izquierda y que se opone a estas demandas? El caso de Margarita Zavala plantea una problemática semejante para las mujeres. Cada día parece más claro que va a ser difícil, si no es que imposible, arrebatarle a Zavala la candidatura del PAN. Seguirá, sin duda, chantajeando a su partido con la amenaza de irse como independiente, pero lo más probable es que no sea necesario. Conociendo muy poco al PAN, pero habiéndolo seguido desde hace algunos años, se antoja difícil que un criptopanista de magro hueso colorado, como Rafael Moreno Valle, pueda disputarle seriamente esa candidatura a alguien nacida, crecida y emparejada en el PAN. Y Ricardo Anaya es demasiado inteligente para pensar que en esta ocasión pueda ser su candidato.
Zavala tiene muchas ventajas y, como todo el mundo, algunos inconvenientes como candidata. Plantea algunas disyuntivas: las mismas de AMLO. ¿Podrán las feministas, o las mujeres simplemente modernas, educadas, urbanas y sofisticadas, votar con entusiasmo por una candidata que sí es mujer, pero se opone con el mismo fervor que AMLO al aborto, a los matrimonios gay, a la despenalización de la mariguana y a la muerte asistida? Afortunadamente ninguno de estos dilemas se me plantea en lo personal. Pero me encantaría saber cómo los contemplan mis amigos de izquierda y mis amigas del sexo femenino.











Elecciones en Venezuela: el fraude por venir



Jorge G. Castañeda


Los acontecimientos de Europa, África y Medio Oriente de las últimas semanas y las elecciones argentinas han ocupado titulares de periódicos y horas de trabajo de las cancillerías latinoamericanas. Ahora habrá una coyuntura que amenaza sobremanera con perturbar la paz mental de los funcionarios, la placidez de los gobiernos y la atención de los medios regionales: las elecciones en Venezuela el 6 de diciembre.

El nuevo secretario general de la OEA, Luis Almagro, dirigió el 10 de noviembre una carta insólita a la presidenta del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, Tibisay Lucena, lamentando que no haya invitado a la OEA a observar dichas elecciones, y enumerando todas las preocupaciones que le provocan las condiciones bajo las cuales se desarrolla el proceso electoral. Ya Andrés Oppenheimer subrayó la sorpresa que le causó que un secretario general electo por unanimidad (incluyendo al gobierno de Nicolás Maduro y a toda la izquierda latinoamericana) y ex canciller del gobierno de Frente Amplio en Uruguay criticara de un modo tan explícito el funcionamiento del sistema electoral de un Estado miembro. Almagro incluyó en su misiva referencias a los cambios en las reglas del juego electoral, al financiamiento, al padrón, al acceso a medios, al encarcelamiento de líderes de la oposición y la confusión en las boletas electorales.

A propósito de uno de sus reclamos, hace unos días la Corte Suprema de Chile ordenó al gobierno de ese país recurrir a la OEA y presentarse en el penal donde se encuentra recluido Leopoldo López al considerar que se están violando sus derechos humanos. El régimen de Michelle Bachelet, de corte partidario al chavismo antes y a Maduro ahora, aceptó acatar la orden del poder judicial, en un primer caso de jurisdicción universal en América Latina (o como diría un mexicano, sopa de su propio chocolate para varios chilenos pro-Chávez, que festejaron la decisión de Baltazar Garzón en 1998 de detener al ex dictador Augusto Pinochet en Londres).

Ni siquiera los países de Unasur, organización sudamericana con simpatías por el gobierno venezolano, pudo enviar una simple misión de acompañamiento electoral a Caracas. Maduro vetó al presidente propuesto para la misma, el brasileño Nelson Jobim, visto como demasiado independiente por el sucesor de Chávez. Quizás tenía razón: con la inflación más alta del mundo en la ciudad más violenta del mundo, es comprensible que Maduro se prepare para una paliza electoral, y prepare también un megafraude para contraarrestarla.

 ¿Que va a hacer América Latina? ¿Que va a hacer México? ¿Que va a hacer la izquierda mexicana? ¿El silencio anacrónico, convenenciero y cínico de la no intervención? ¿Avalar el fraude? ¿Armarse de valor y de congruencia para encabezar una denuncia del atropello a la democracia? Felipe Calderón reconoce que se equivocó al callarse ante los sucesos en Venezuela. ¿Peña Nieto lo reconocerá también, pero solo desde Toluca?












Siria: la paja y el grano




Jorge G. Castañeda

Los atentados en París desataron reacciones furiosas y aberrantes a propósito de los refugiados sirios en Europa. La posibilidad de que uno de los atacantes del Bataclan haya portado un pasaporte sirio y que haya sido registrado como refugiado en Grecia u otro país en el camino desde Damasco ha justificado llamados desproporcionados en Francia, EU y otros países de Europa. El Estado Islámico de inmediato anunció que había infiltrado a miles de sus combatientes en el seno de las columnas de refugiados; las presiones contra la recepción de los mismos se intensifican y la xenofobia, el racismo y la islamofobia alzan sus odiosas cabezas.

Por eso conviene separar la paja del grano. Hay tres temas distintos. Uno es la respuesta de EU, Europa, Rusia e Irán a los ataques inhumanos de EI. En mi opinión no tendrán más remedio que arrebatarle todo su territorio al EI, y que para ello será necesaria una intervención militar en tierra, seguida por una prolongada ocupación. Veremos si esta vía se confirma. Segundo, el tema de los refugiados involucra al EI, pero la mayoría de quienes huyen de Siria —4 millones en Turquía, Jordania y Líbano— lo han hecho del régimen de EI-Assad, aunque en tiempos recientes una proporción creciente lo hace de las exacciones del EI. Aunque la solución a largo plazo consiste en el término de la guerra civil en Siria, y en el mediano plazo en el establecimiento de santuarios bajo protección de tropas extranjeras y del Acnur en Siria, por el momento los dirigentes occidentales deben repetir una y otra vez que los dementes del EI no necesitan a los refugiados para llevar a cabo sus barbaridades: los autores son franceses, belgas, holandeses e ingleses, y no necesitan de las columnas de hombres desamparados, mujeres y niños para llegar a París o Bruselas. Por último, está el tema del Islam, y la discusión —necesaria, dolorosa— sobre si el establecimiento del califato y el salafismo moderno de al-Bagdati es compatible con las enseñanzas del Profeta, si se nutre de las madrasas financiadas por Arabia Saudita, y si existe un Islam moderado.

Sobre refugiados: en todas partes se cuecen habas, y es preferible desecharlas. Hay mil 800 cubanos varados en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua. Después de viajar a Ecuador (donde no necesitan visas), se trasladaron a Colombia y de allí a Panamá; Costa Rica les concedió una visa de tránsito, camino a EU. El gobierno sandinista les prohibió la entrada, sin grandes sutilezas y amabilidades. México hace lo mismo con los guatemaltecos, hondureños y salvadoreños. ¿Son migrantes o refugiados? ¿Huyen de la penuria económica de sus países, o de la violencia y la represión?







París: la invasión por venir




Jorge G. Castañeda

Los atentados de París colocan a Francia y a las potencias occidentales en una situación casi imposible. Por más que se diga que algunos de los autores materiales de la masacre provinieron de Siria disfrazados como migrantes o refugiados, buena parte de los asesinos poseían la nacionalidad francesa. Al igual que los ejecutores de la próxima tragedia en Alemania, EU, Bélgica u Holanda: serán yihadistas residentes de estos países, enloquecidos por la atracción fatal y delirante del Estado Islámico, y de su paso por el “califato” establecido en Siria e Iraq. Lo cual vuelve fútiles los intentos por cerrar fronteras, controlar aeropuertos o confiscar pasaportes: el enemigo es francés, no viene de fuera.

Aunado a la relativa facilidad de conseguir armas de asalto en los barrios bajos de Bruselas, y con ellas quitarle la vida a números importantes de ciudadanos europeos, esto significa que no son evitables nuevos acontecimientos como los de París. O no lo son mientras exista el Estado Islámico, es decir un territorio de donde irradia la autoridad musulmana fanatizada, donde se entrenan los viajeros buscando yihad, y de donde se coordinan los atentados. La única manera de impedir nuevas tragedias consiste en aniquilar a ISIS, y eso requiere de una inversión en tropa, armamento y voluntad política que hasta ahora no ha existido en Occidente.

Destruir a ISIS mediante la invasión y ocupación longeva del territorio que hoy controla le haría el juego a los dementes del Estado Islámico que buscan justamente eso: convertir su gesta en un enfrentamiento con los infieles in situ. Y despertaría ira y resentimiento entre millones de musulmanes que no comparten el credo sunni y salafista de Mosul y Raqqa, y, sin embargo, rechazarían una nueva cruzada occidental en Medio Oriente. Pero no parece ser posible eliminar a ISIS como puros bombardeos y trabajo de inteligencia occidentales, acompañados de puras tropas kurdas, iraqís y de opositores sirios a El-Assad.

Lo único eficaz y definitivo sería una intervención franco-americana, inglesa, rusa y alemana, incluida esta última debido a los refugiados. Solo Angela Merkel los puede recibir, pero ya casi agotó su capacidad política de hacerlo. La única solución a la crisis humanitaria es el regreso de los refugiados a Siria en condiciones aceptables, lo cual implica acabar con ISIS y lograr una solución política en Siria.

¿Suena espantoso? Lo es, tanto como los atentados de París, como la bomba que derrumbó al avión ruso en el Sinaí, como los incidentes por venir. ¿Existe otro camino? Nadie lo ve, y no surgirá de la nada.














Candidaturas independientes o partidos disfrazados

Jorge G. Castañeda

En un foro organizado por el Instituto Belisario Domínguez del Senado, una de las discusiones más interesantes que surgieron a partir de las intervenciones de los invitados —Manuel Clouthier, Alfonso Martínez, José Woldenberg y yo— fue la aparente contradicción entre la necesidad de "organizar" las candidaturas independientes, y el imperativo de no ser ni parecer un partido político. Esta contradicción, que se da en la gestión de los candidatos independientes, también surge en el proceso de presentación de varias candidaturas independientes a las 12 gubernaturas en diversos estados en 2015, y sobre todo en la elección presidencial de 2018.

Es cierto que si una candidatura independiente empieza a dotarse de una organización para obtener las firmas y recursos necesarios empieza a adquirir ciertos rasgos de los partidos políticos. Aún más, si como parece ser el caso, se presentan varias candidaturas en un estado determinado en 2017, y sobre todo a la Presidencia en 2018, empezará a ser necesario contar con un proceso de decantación de dichas candidaturas para que aparezca en la boleta una sola. Esto implica algún tipo de proceso construido ex profeso: primarias, encuestas, pasarelas... Si sumamos todo esto, como dice Woldenberg, la diferencia entre esa candidatura independiente y un partido puede parecer mínima. Ya ni hablemos de lo que sucede después del hipotético triunfo de un candidato independiente. Sin embargo, hay diferencias. La primera es de tipo intangible: como decía Clouthier, la esperanza que genera hoy en el electorado la idea de candidaturas que no pertenezcan a los desacreditados partidos políticos. Pero no solo esto. Existen dos diferencias adicionales, y fundamentales. La primera es que en el proceso de construcción de una candidatura independiente, y de ordenamiento del mecanismo de selección de una entre varias, puede participar cualquiera, con los mismos derechos y posibilidades que otros. Es un proceso mucho más asimilable o conquistable por ciudadanos de a pie. No es el caso de los partidos.

La segunda diferencia es la agenda. La diferencia entre una candidatura de partido y una independiente yace en la libertad que cualquier candidato independiente tiene en relación a su propio programa. Ciertamente deberá tomar en cuenta demandas, exigencias y condiciones de quienes lo apoyen, pero tendrá más posibilidades de enarbolar una agenda ciudadana audaz e iconoclasta, cosa que un candidato de partido no puede hacer porque tiene compromisos con la dirección, los militantes, los estatutos, el programa y los aliados. Esta quizás sea la distinción más importante que veremos en los tres años que vienen.