Sanders, Piketty y el
SAT
Jorge G. Castañeda
Las
primarias en Estados Unidos siempre son importantes para el resto del mundo,
para México y para las tendencias profundas —políticas, ideológicas,
económicas, culturales— que posteriormente aparecen en muchos países. Esta no
es la excepción, tanto en lo que ya se ha dicho —el rechazo al establishment de
la ortodoxia partidista, la xenofobia antimigrantes, la renuencia a aceptar
dinastías en el poder— como en aspectos menos mencionados.
Uno de
ellos es la causa de Bernie Sanders, el pre-candidato demócrata de Vermont, que
se autocalifica como un socialista democrático, y que alcanzó un empate
inesperado —salvo en los últimos días— con Hillary Clinton en el estado de
Iowa. Sanders se ha convertido en el portavoz de las denuncias de Occupy Wall
Street, contra el "1%", contra la desigualdad y a favor de la
actualización del vapuleado estado asistencial norteamericano. La expresión
erudita, pulida, técnica y sensata de esta causa se cristaliza, de alguna
manera, en Paul Krugman y Thomas Piketty. Su abanderado es el viejo judío
gruñón, originalmente de Brooklyn y luego compañero de los creadores de Ben and
Jerry, que me recuerda a mi finado amigo Bernardo Minkow y, con pocos años menos,
a mí mismo. Dentro de su excentricidad, de sus excesos y del carácter con
frecuencia irreal de sus propuestas, el problema es que Sanders tiene razón en
su diagnóstico y en algunas de sus propuestas, aunque no en cómo financiarlas.
De 1980 para acá, el ingreso medio en Estados Unidos se ha estancado; la
desigualdad se ha ensanchado; la movilidad social se ha detenido; incluso la
innegable salida de la crisis de 2007-2009 ha beneficiado mucho más a los muy
ricos que a la clase media o a los muy pobres. Bill Clinton hizo poco para
corregir el giro conservador de Reagan; Barack Obama hizo un poco más, pero no
mucho, para rectificar el de Bush hijo.
Una
seguridad social universal; volver a la educación superior gratuita; aumentar
el apoyo a los sectores más humildes: todo esto es necesario en EU, y posible.
El problema es que el 1% acepte, o se le obligue a aceptar. Lo bueno es que en
EU se sabe quiénes son: se conocen los nombres, el ingreso y los impuestos
pagados por el 1% más rico de las personas físicas.
En México
también, pero no se divulgan, para que no comparemos con otros países. Se dice
que cuando Piketty visitó México el año pasado, Luis Videgaray aceptó
entregarle, para su próxima investigación, los datos correspondientes del SAT.
Ojalá: así, en el futuro no navegaremos de noche.
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