Turquía, Cicig y Suchiate

Jorge G. Castañeda

La canciller alemana Angela Merkel hizo al presidente turco una oferta que no podía rechazar. Si Turquía se hacía cargo de más refugiados sirios (ha recibido 2 de los 4 millones que han salido de Siria) y ayuda a la UE a evitar que se trasladen a Alemania, Merkel le ofrecía un trato inmejorable. 

Habría más recursos de Alemania y la UE para ayudar a Turquía, y se levantaría el virtual veto alemán a su ingreso a la UE, haciéndose de la vista gorda ante el asunto no dicho —el Islam— y las dos objeciones formales: derechos humanos y Chipre. Parecería que Erdogan aceptará este quid pro quo. De cualquier manera se vería obligado a recibir a más sirios y a evitar su traslado a Grecia al llegar el invierno mediterráneo. 

En Guatemala nadie piensa que México haya obtenido un ofrecimiento semejante de EU por cerrar la frontera sur hace casi año y medio y deportar a más centroamericanos que Washington, y que en el fondo la única razón por la que el gobierno de EPN aceptó fue por su propia debilidad. Extraña decisión mexicana, ya que la oportunidad de obtener un quid pro quo a la turca no era nula, y que el gobierno de Obama ha adoptado posturas inéditas frente a lo que sucede en el Triángulo del Norte. 

Las elecciones guatemaltecas de ayer no reflejan el verdadero estado de ánimo del país. Después de los acontecimientos de abril y septiembre, donde la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) coadyuvó a la destitución constitucional de una vicepresidenta y del presidente Pérez Molina, gracias a las manifestaciones hasta de 150 mil personas en el Parque Central de la capital, son lo que pone el sello distintivo de Guatemala hoy. Las elecciones funcionaron normalmente, ganó un cómico por ser el outsider disponible, aunque sus vínculos con ex militares no lo colocan legítimamente en esa posición. Sacó más de 70% del voto, pero votó menos de 50%: mayor rechazo a la clase política, imposible. Hay más gente que apuesta a la duración de su mandato que a su éxito o fracaso. El enigma que enfrenta es si la Cicig podrá extender su influencia, gracias en buena medida a EU y, ojalá, a México al ámbito social, económico y fiscal. Para muchos equivaldría a una especie de protectorado; para otros la solución para un Estado que tiene presencia del Ministerio Público en solo 10% de sus municipios, y la tasa de ISR es de 7%. 

P.D. En una entrega anterior escribí que la Cicig contaba con 400 integrantes en Guatemala; el comisionado Iván Velázquez me corrigió: son 150 en cada momento, aunque a lo largo de los años han sido más de 400 los que han participado.








Mariguana: 'panaceos', 'síperos' y 'debatistas'



Jorge G. Castañeda

A propósito del magnífico proyecto de sentencia propuesto en la SCJN por el ministro Arturo Zaldívar sobre la legalización de los clubes de cannabis, van algunos comentarios sobre las diversas definiciones (o su ausencia) de ciertos sectores de la sociedad. Desde la postura de un apoyo irrestricto a la ponencia. Se le debe agradecer su sinceridad al tonto útil de Cano Valle, al troglodita de Manuel Mondragón, y al onegero (por todas las ONG que lo apoyan) Arturo Escobar. Con toda claridad, al igual que la Secretaría de Salud, aunque con menos franqueza, se han pronunciado contra la ponencia de Zaldívar. Sus argumentos son aberrantes, pero encierran el mérito de existir: "No queremos que El Chapo se vuelva empresario"; "No queremos una sociedad de adictos"; "¿Dónde vamos a colocar a todos los sicóticos?". Supongo que esa es la posición del gobierno de EPN. (Go you to know)

En sentido opuesto, debemos felicitar al PRD por una postura clara —una vez no es costumbre— que quizás sea una primera manifestación del "efecto Basave": un sí rotundo a Zaldívar. A partir de aquí entramos al pantanoso terreno de los eufemismos y, salvo un ejemplo concreto, no queda más remedio que preguntar. El ejemplo es Ricardo Anaya del PAN: está a favor del debate. ¡Que bueno! Solo que la SCJN no va a debatir, sino a votar. Creo que los mexicanos merecemos saber cómo debe votar la Primera Sala, según el presidente del segundo partido del país: sí o no. Luego vienen los panaceos (hablamos de ellos el lunes), los síperos, y los demás rezagos de la pre-modernidad. Entre otros, "mis twiteros", como diría el general secretario: asombra que un segmento en principio joven, educado, próspero e informado sostenga posiciones tan retrógradas como las que he leído. Quizás provenga de la preponderancia entre "mis twiteros" de los pejezombies. De allí las preguntas que siguen. ¿Cuál es la postura de los precandidatos presidenciales más o menos anunciados: López Obrador, Margarita Zavala, Mancera y Jaime Rodríguez sobre el proyecto de Zaldívar? Ya difícilmente pueden sostener que no es un tema prioritario: lo va a discutir y votar la SCJN, la máxima instancia constitucional del país, el 28 de octubre.

 ¿Se refugiarán en el debatismo? ¿Tendrán los pantalones (o las faldas) para decir abiertamente que se oponen a una medida que en Canadá, por ejemplo, mereció el apoyo en campaña del flamante primer ministro, Justin Trudeau? ¿O se atreverán a manifestarse a favor? Se buscan valientes, por lo menos para saber por quién votar en 2018.









La mariguana y los "osos"


Jorge G. Castañeda


El proyecto de sentencia del ministro Arturo Zaldívar de la SCJN en el caso del amparo solicitado por Smart, un grupo de ciudadanos deseosos de crear clubes de autoproducción y autoconsumo de mariguana, le ofrece a México una oportunidad para dejar de hacer osos y adoptar una posición de modernidad y vanguardia. Ojalá no la desaprovechemos.

El proyecto consta de dos apartados. 1) Analiza el alcance del derecho humano al libre desarrollo de la personalidad. Concluye que las conductas de asueto y esparcimiento elegidas por cada individuo se encuentran protegidas por tal derecho. 2) Analiza si la política prohibicionista del Estado mexicano ha restringido de forma desproporcionada o indebida ese derecho humano. Concluye que sí, y ordena a la Cofepris otorgar a los quejosos autorización para ejercer todas las actividades relativas al autoconsumo de cannabis (siembra, cultivo, cosecha, preparación, acondicionamiento, posesión, transporte), excluyendo las de comercio.

Tres actores decisivos podrían contribuir a la aprobación de este proyecto en la Primera Sala de la SCJN, si hacen a un lado sus prejuicios conservadores. Primero, los ministros. Creo que Zaldívar cuenta con el voto de Olga Sánchez Cordero, debido a su liberalismo y modernidad comprobados. Debiera contar con los de Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, por su juventud y sus años de vida en Washington, y de José Ramón Cosío, quien además de ser también joven, fue director de Derecho en el ITAM, escuela donde hace cuatro años Aguilar Camín y yo sometimos a referendo la legalización de la mariguana, que ganó abrumadoramente. Solo espero que consideraciones personales no lleven a Cosío a oponerse a un proyecto contra el cual su inteligencia no le permite oponerse. Segundo: el gobierno de EPN. Todos conocemos su conservadurismo en la materia, pero también su apertura. ¿Por qué no dejar de litigar el asunto? Parecería más sensato instruir a Salud y a la PGR que saquen las manos y acepten públicamente que el tema debe tratarse en el ámbito de los derechos humanos, y nada más.

Y, por último, los que llamo los “panaceos”, es decir, el sector de la comentocracia que repite que la legalización, las candidaturas independientes, la segunda vuelta, el referendo, el cabildeo en EU, el aborto, no son una panacea. Como si alguien sostuviera que sí lo son.

 Zaldívar ha dado al país una gran oportunidad de apartarnos del nuevo lema nacional: “Comandante, hay un hoyo en la regadera”. Dejemos de hacer el ridículo, un rato por lo menos.







Tres Patas de Independientes

Jorge G. Castañeda



En la discusión —en ocasiones bizantina— sobre los méritos y los defectos de las candidaturas independientes, más allá de las agendas políticas personales —tengo la mía: he sido partidario de las mismas, y he luchado por ellas desde 2003—, a veces se descuida el paquete en el que deben venir envueltas. En un ensayo publicado en agosto en Nexos, traté de construir al respecto una estructura de tres patas —la silla más inestable.
La primera es la agenda ciudadana: aquellas reformas que quedaron pendientes después de la transición mexicana, después de los cambios —importantes— de este sexenio, y después también, en lo particular, de los que propusimos Aguilar Camín y yo desde 2009. Mencionaba varios, como meros enunciados: la lucha contra la corrupción; construir un sistema electoral que genere mayorías, permita un reelección efectiva, dé lugar al referendo en los hechos —no solo en la teoría, para ser bateado en la práctica—; reducir el número de "pluris" y el financiamiento público a los partidos y establecer castigos penales por violar las reglas. Agregaba el tema de la impunidad: no hay disuasivo hacia adelante si no lo hay hacia atrás. Por último, apunté la necesidad de una agenda en favor del consumidor, en un país donde todos somos ultrajados por todos, todos los días.
La segunda pata correspondía a la organización de la sociedad civil. La nuestra es de las más débiles y menos organizadas de los países ricos o de ingreso medio. Financiamiento, facilidades en la deducibilidad fiscal, estímulos de toda índole, campañas publicitarias: en fin, los mecanismos institucionales son conocidos porque han sido ensayados en un sinnúmero de países. Sin la "calle", la agenda esbozada no camina. Y la "calle" no son necesariamente las marchas —aunque también cuentan—, sino la organización: redes sociales, medios de comunicación, cabildeo en las cámaras, lazos internacionales, etcétera.
La tercera pata es la electoral. Aquí se complica, pero se vuelve interesante. Los escépticos frente a las candidaturas independientes podrían formularse varias preguntas. Una agenda de esta naturaleza, ¿es asimilable por un candidato de partido, hoy, en México? Una vigorosa y crítica sociedad civil, ¿puede acompañar a cualquiera de los partidos que existen en México, y a tiempo para el 2018? ¿O es más factible que una candidatura independiente enarbole esa agenda, de la mano de esa sociedad civil? ¿Hay hoy en el firmamento un candidato partidista a la Presidencia susceptible de caminar por esta alameda? Piénsenle.








Otra vergüenza en "The New York Times"


 
Jorge G. Castañeda

Ayer, el día de mayor circulación de los diarios en Estados Unidos, apareció en la sección de editoriales y columnas de The New York Times, una foto casi de plana entera: una joven madre hondureña, con su hija (de 3 años) y su hijo (de 6). La foto ilustra un artículo, titulado “Refugiados en nuestras puertas”, firmado por Sonia Nazario, periodista norteamericana ganadora de un Premio Pulitzer. El subtítulo reza así: “Le estamos pagando a México para que impida que llegue gente a nuestra frontera”.

Cito algunos pasajes del desgarrador relato de Nazario: “A lo largo de los últimos 15 meses, a petición del presidente Obama, México ha desplegado una feroz ofensiva contra los refugiados que huyen de la violencia en Centroamérica. EU le ha entregado a México decenas de millones de dólares durante el ejercicio que terminó el 30 de septiembre, para impedir que estos migrantes lleguen a la frontera estadounidense y soliciten asilo... EU ha trasladado (outsourced) a México un problema de refugiados semejante al que sacude hoy a Europa”.

Nazario ofrece datos, ya citados por organizaciones mexicanas de derechos humanos. A partir de julio de 2014, el gobierno de México envió entre 300 y 600 agentes de migración a la frontera sur, y llevó a cabo más de 20 mil redadas en la zona. En los siete meses entre septiembre de 2014 y marzo de este año, las autoridades mexicanas detuvieron a 92 mil 889 centroamericanos, más que los 70 mil 448 detenidos por EU. Para el ejercicio 2016, la cifra crecerá 70 por ciento. En particular, hemos detenido a 18 mil 310 menores de edad no acompañados. En cambio, solo se le concedió asilo a 18 niños  centroamericanos en todo 2014.

Concluye la autora: “En lugar de financiar únicamente las actuales políticas hacia los migrantes en México, debiéramos ayudar a México a llevar a cabo un esfuerzo justo para evaluar quiénes deben ser tratados como refugiados. Mientras se evalúan sus demandas, debiéramos ayudar a México a organizar refugios decentes para atenderlos”.

Debieran tener vergüenza los funcionarios mexicanos que decidieron proceder de esta manera. No sé si Washington los presionó, o les prometió algo a cambio. Sé que esto no es lo que se hizo en los años 80 con los salvadoreños y guatemaltecos que huían de una violencia ni más ni menos sangrienta que la de hoy. Ojalá en las próximas visitas de  relatores, expertos y comisionados (altos y bajos) de la OEA y la ONU, también se fijen en estas violaciones de derechos humanos, que no le piden nada a lo que sucede en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, o el Estado de México.