¿Trump, ya?
Jorge G. Castañeda
No se puede aseverar con
total certeza todavía que Donald Trump será el candidato republicano a la
presidencia de Estados Unidos. Los dos aspirantes cubano-americanos —Marco
Rubio y Ted Cruz— pueden dar una sorpresa, sobre todo si dejan de pelearse
entre ellos y uno declina a favor del otro. Pero se acaba el tiempo.
La victoria de Trump en los
caucus de Nevada constituye su tercer triunfo al hilo y el más impresionante
hasta ahora. Por dos razones: 1) porque duplicó el total de cada uno de sus adversarios
incluso superando la suma de ambos; y 2) porque, de acuerdo con las encuestas
de salida, obtuvo más de 40% del voto hispano, que es ante todo
mexicano-americano y que es importante estadísticamente hablando. A diferencia
de las votaciones en Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur, donde la presencia
latina es muy reducida, en Nevada no lo es. Uno hubiera podido suponer que el
discurso xenófobo de Trump, en relación a México en particular y a los hispanos
en general, hubiera provocado cierto repudio por parte de este segmento del
electorado. No fue el caso.
Faltan elementos para que Trump cante
victoria. En primer lugar, puede no hallarse a la altura de las expectativas
que él mismo ha generado en las primarias del llamado supermartes, el 1 de
marzo. Serán 12 estados con elecciones y él mismo se ha colocado la vara muy
arriba: ganar en Texas, estado al que representa Cruz en Washington como
senador. De caerse uno de sus dos oponentes, el otro podría aglutinar todo el
sentimiento anti-Trump que impera en el Partido Republicano. Por la sencilla
razón de que piensan que si él es el candidato republicano no solo va a perder,
sino que va a hacer perder al partido su mayoría, por lo menos en el Senado y
tal vez en la Cámara de Representantes. Y finalmente, siempre queda la
esperanza de que, aunque Trump sea el candidato republicano, pierda en la
elección constitucional frente a Hillary Clinton, que parece haber ya amarrado
la candidatura demócrata.
Salvo que algo suceda con
ella. Y no me refiero a un problema de salud o a una derrota por parte de
Sanders, sino a que la investigación en curso por el FBI de la posible
transmisión y recepción de correos electrónicos clasificados como secretos
desde su servidor privado cuando era secretaria de Estado desemboque en una
acusación penal en su contra. Los abogados bien enterados en Estados Unidos de
cómo va dicha investigación empiezan a pensar que las probabilidades de que
Clinton sí sea indiciada van creciendo. De ser el caso, de una manera o de
otra, dejaría de ser la candidata demócrata y el partido se vería obligado a
encontrar un nuevo candidato ya tarde en la temporada. En ese caso, la visión
delirante de muchos hace algunos meses de que Trump pudiera ser presidente de
Estados Unidos dejaría de ser... delirante.
¿En México vamos a seguir con la política del
avestruz? Quizás en lugar de rescatar al soldado Moreira, la Cancillería podría
reflexionar sobre cómo definirse ante la amenaza de Trump.