Trump y la temporada de tontos
Jorge G. Castañeda
Esta noche será el primer debate
en EU entre los precandidatos republicanos a la Presidencia. La estrella del
espectáculo será Donald Trump, ya sea por las barbaridades que diga, ya sea
porque sorprenda y pueda contenerse. El problema no es lo que dice Trump. El
daño que causa es, por un lado, el efecto que surte sobre los demás candidatos
republicanos y demócratas en la contienda presidencial, y por otro, aquello que
refleja de un sector importante de la sociedad norteamericana. Aunque algunos
de los demás aspirantes republicanos, incluso políticos archiconservadores, se
han deslindado de Trump en temas como la migración, el cambio climático, el
acuerdo con Irán y el proyecto educativo estadunidense, la mayoría o bien se
alinean con él, o se rehúsan a rechazarlo. Eso hace que el centro de gravedad
de las posturas políticas del Partido Republicano se muevan de manera
significativa hacia la derecha; y esa postura será el punto a partir del cual
quien resulte candidato de ese partido tenga que regresar hacia el centro.
Entre más se aleje del centro, más difícil le resultará volver. Pero quien
ocupe la candidatura del Partido Demócrata tendrá que tomar en cuenta el
extremismo de su adversario, sobre todo en estos temas, pero también ante
cualquier sorpresa que pueda surgir durante la campaña, es decir, entre agosto
y noviembre de 2016. Ya la revista The Economist imaginaba un paisaje
sorprendente para Hillary Clinton el año entrante: el derrumbe del régimen
cubano y un nuevo éxodo masivo de la isla a Florida, como el que hubo en 1980.
Por supuesto, se trata de pura fantasía, al igual que podríamos imaginar un
nuevo éxodo de niños centroamericanos llegando a la frontera de México con EU y
siendo ahí objeto de todo tipo de vejaciones y discusiones entre los
candidatos. El peligro que representa Trump no reside en sus posibilidades de
ser el candidato o de alcanzar la Presidencia. Consiste en su amenaza latente
pero cada día más verosímil de contender como candidato de un tercer partido,
arrebatándole una enorme cantidad de votos al aspirante republicano y entregando
la presidencia de nuevo al Partido Demócrata. Para evitar eso, el Partido
Republicano deberá negociar con Trump. Negociar con él implica aceptar sus
peores imbecilidades. Quizás valdría la pena que el gobierno de México le
explique a la sociedad mexicana de qué se trata todo esto, ya que nos vamos a
ver bombardeados desde ahora con todo tipo de estulticias de lo que los
norteamericanos llaman the silly season.
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