No griego
Jorge G. Castañeda
La aplastante victoria del No en
el referendo griego plantea un serio problema para los acreedores y socios de
ese desdichado país, pero también para sus gobernantes. Los primeros insinuaron
—en ocasiones más bien advirtieron y de manera explícita— que el No implicaría
la salida del euro; los segundos prometieron que el No obligaría a un nuevo y
mejor acuerdo de rescate, de menor austeridad y mayor reducción de la deuda.
Ambas afirmaciones eran falsas, y ahora va a salir el peine, bien cochino, por
cierto. No es concebible la salida griega del euro por una sencilla razón, que
encierra varias explicaciones más complejas. El regreso al drachma —corolario
ineluctable de la salida— implica la destrucción de activos e ingresos de la
sociedad griega en dimensiones desconocidas en el mundo desde Weimar:
pensiones, deudas, ahorros, contratos. La analogía no es mía: el ministro de
Economía (no de Finanzas) de Francia instó ayer a sus colegas a no imponerle a
Grecia un nuevo Tratado de Versalles. El caos sería inmanejable, en el flanco
sur-oriental de Europa: frente a Siria, Turquía, la ribera sur del
Mediterráneo, los Balcanes al norte y Putin al acecho en Moscú. Pero tampoco
puede Bruselas darle la razón a Siriza, a Tsipras y a 60% de la sociedad griega
que se niega a aceptar un ajuste brutal, sin duda, pero inevitable. El
precedente para otros países hoy o mañana —y los habrá— es demasiado peligroso.
Una nueva renegociación de la inmensa deuda griega ayudará a la larga, pero el
recorte fiscal, la extensión de la edad de retiro, el aumento de impuestos, la
venta de activos públicos —la austeridad semigermana— seguirán vigentes durante
un buen tiempo. Los europeos del norte, tan sujetos a su democracia como los
griegos a la suya, no podrán prestar o regalar más dinero sin dolorosas y
enormes concesiones de Grecia y de su coalición gobernante. Aquí yace un
pequeño prietito en el arroz para todos los admiradores de Tsipras y la llamada
izquierda de Grecia, desde Podemos hasta Nicolás Maduro pasando por Cuba y La
Jornada. Siriza tiene mayoría en el parlamento gracias a su alianza con Griegos
Independientes, un partido antisemita y xenófobo; logró la constitucionalidad
del referendo gracias al apoyo de Amanecer Dorado, un partido neonazi. Se trata
de una izquierda muy peculiar, que prometió el oro y el moro, y ahora tendrá
que ceder en el oro, para cumplir su promesa no tan tácita del moro: que el
rechazo a la austeridad no implica la salida de Europa.
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