Extradiciones: ¿somos
iguales?
Jorge G. Castañeda
Reforma divulgó minutas de
encuentros entre funcionarios del gobierno con sus homólogos norteamericanos,
celebrados entre 2013 y 2015, a propósito de las extradiciones. Resultan de
gran interés los documentos, probablemente filtrados por las autoridades de
México como respuesta al reproche implícito de Washington: si nos hubieran
entregado al Chapo, no se hubiera fugado. Revelan la combatividad de los mandos
mexicanos y su desconocimiento de EU.
Las tesis mexicanas para
justificar el desplome en el número de extradiciones a EU en 2013 y 2014 se
reducen a dos reclamos. 1) una vez extraditado un narco mexicano, Washington
pacta con él, en algunos casos lo transforma en testigo protegido, en otros
reduce su sentencia a cambio de información, la cual no comparte con las
autoridades mexicanas. Todo indica que esto es cierto, y que el principal
exponente de esta postura, Murillo Karam, tenía razón. 2) el reclamo del
embajador Medina Mora se refiere a las solicitudes mexicanas de extradición, en
particular de supuestos delincuentes de cuello blanco. Si EU no nos los envía,
no les mandamos a nuestros narcos. También parece cierta. Ambas tesis descansan
en la idea de una simetría entre los dos sistemas de administración de
justicia. Tú respetas los fallos del proceso judicial mexicano, no haces tratos
con los extraditados ni menos aún buscas información que luego compartimentas.
Yo te entrego a mis narcos en los plazos y condiciones que yo decida. En esto
somos iguales, como lo somos también al solicitarte yo la extradición de
empresarios o profesionistas acusados en México. Tú los entregas porque nuestra
justicia es tan transparente, eficaz y “justa” como la tuya. Eric Holder, el
anterior procurador de Justicia de Obama, es un auténtico progresista
americano.
Habrá sabido del estropicio de
Rápidos y Furiosos o no, se vea obligado en ocasiones a defender la pena de
muerte (no a aplicarla), es alguien para quien la idea de que el estado de
derecho mexicano y el norteamericano son equivalentes es absurda. Mandar a un
mexicano de cuello blanco a su país de origen para ser juzgado es mandarlo al
infierno. No puede aceptar la tesis de la simetría, aunque jamás se atreva a
rechazarla ante sus colegas mexicanos.
Nuestros valientes representantes entablaron
un diálogo de sordos, más sordos que nunca, ya que nuestro sistema judicial se
encuentra más desacreditado que nunca, y su acendrado priismo no les permite
decir otra cosa: somos iguales porque nuestras leyes son iguales, y nuestra
justicia tan respetable como la suya.
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