"El Chapo", EU y el tercer hombre
Jorge G. Castañeda
La especulación de la semana
pasada se confirma: EU solicitó la extradición de El Chapo Guzmán, aproximadamente
una semana antes de su fuga. La PGR —coladera de indiscreciones desde tiempos
inmemoriales— lo sabía. Es probable que Washington solo formalizara su petición
después de haberla conversado informalmente, aun sin embajador de EU en México
y sin embajador de México en EU. Quizá el Departamento de Estado dudaba que
México aceptara, pero anhelaba alguna certeza de que los papeles serían
recibidos. Tras la salida de Murillo parecía factible.
A finales de julio, tres
influyentes personajes del gobierno de EPN se reunieron, por separado, con un
pequeño grupo de empresarios, en la que puede considerarse la primera pasarela
de la sucesión presidencial de 2018. Según algunos, Videgaray, Osorio y Nuño
causaron una impresión muy superior a la de su imagen pública. Pero uno, el
secretario de Gobernación, tal vez se excedió al revelar que ya venía la
solicitud de extradición y que se había decidido entregar a Guzmán. Esto pudo
haber contribuido a la decisión de El Chapo de huir; obviamente no originó la
construcción del chapotúnel, cuyos prolegómenos se remontan a la compra del
predio donde comenzó la excavación en 2014. También puede haber contribuido la
decisión de ayudarle, por parte de alguien cuya identidad desconocemos y cuya
existencia no está comprobada, pero que podría explicar lo que sucedió. Si
tanta gente sabía del inminente inicio del procedimiento de extradición, es
posible que entre los enterados figurara un mexicano, externo al círculo
gobernante, a quien no le convenía la extradición. Esta hipótesis es
conspirativa, pero encierra una dosis de verosimilitud. La escuché a una
persona cuyo propio destino se encuentra indirectamente vinculado a El Chapo, y
me pareció perspicaz.
EPN es pragmático para negar la
extradición durante año y medio por razones de nacionalismo ramplón. Ha pensado
desde hace tiempo que al país le conviene más conservar a los narcos en casa,
donde se puede tratar con ellos y “administrar” su prisión, que mandarlos a EU,
donde el narco preso pierde el control de sus negocios y México el de sus
confesiones. Pero supuse que otra razón para no entregarlo consistía en evitar
que contara —o inventara— historias que involucraran a personajes mexicanos de
gran relieve. De existir estos últimos, temerían las consecuencias de la
extradición, y harían lo imposible para evitarla. La mejor manera de impedirla
era... con la fuga de El Chapo.
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