Cicig en México: Cicim
Jorge G. Castañeda
En 2006, la ONU y Guatemala
crearon una institución llamada Comisión Internacional contra la Impunidad en
Guatemala (Cicig). Financiada originalmente por la Unión Europea y otros países
incluyendo a México, su propósito fue coadyuvar al Ministerio Público en la
investigación y juicio, según sus términos de referencia, “de los delitos
cometidos por integrantes de los cuerpos ilegales de seguridad... como en
general en las acciones que tiendan al desmantelamiento de estos grupos...
(para) fortalecer a las instituciones del sector Justicia para que puedan
continuar enfrentando a estos grupos ilegales en el futuro”. Con el tiempo, la
Cicig vivió una metamorfosis: se concentró más en temas de corrupción
gubernamental.
En 2015 pasó a ocupar las primeras planas de
los diarios por sus acciones dirigidas contra el presidente Pérez Molina,
diversos miembros de su gabinete, escándalos en el Seguro Social y contra la
vicepresidenta, quien debió renunciar. Con sus 400 funcionarios extranjeros,
trabajando directamente con el MP; con un nuevo comisionado colombiano vigoroso;
con recursos suficientes, la Cicig se ha convertido en un potente instrumento
de lucha contra uno de los peores maleficios padecidos por ese país.
De acuerdo con un artículo en el número de
esta semana de The Economist (el último antes de venderse a un grupo japonés),
el ejemplo empieza a cundir en una especie de primavera centroamericana, por lo
menos en lo que a la corrupción concierne. En Honduras y en El Salvador, donde
la corrupción no es menor que Guatemala, hay resistencias a una Cicih o una
Cicies, pero ha brotado también una creciente protesta social frente a abusos
de derechos humanos antes, y de corrupción ahora. El tema de soberanía preocupa
a algunos, más con el gobierno de izquierda del FMLN en El Salvador que a Juan
Orlando Hernández en Honduras, pero a los manifestantes en las calles menos.
Las sociedades centroamericanas
están acostumbradas a una cooperación internacional injerencista en materia de
acuerdos de paz y de respeto a los derechos humanos. Lo de la corrupción es
nuevo, pero muchos le dan la bienvenida. Se trata de países con instituciones
débiles, desde luego. Pero en materia de violaciones a los derechos humanos y
de corrupción, en México no cantamos mal las rancheras. ¿No nos convendría una
Cicim? Como nos contó a Rubén Aguilar y a mí hace unos días un alto funcionario
del gobierno chapín: “Duele reconocer que somos incapaces de limpiar la casa
nosotros. Pero mejor que lo haga alguien a que no lo haga nadie.”
<< Home