Latinobarómetro: demoledor
Jorge G. Castañeda
Cada
año la encuesta Latinobarómetro, levantada por una firma chilena, nos ilustra
sobre el estado de la democracia en América Latina, por lo menos en lo que a la
opinión pública se refiere. Primero la publica The Economist, y luego otros
medios suscritos. En México fue Reforma quien entregó los resultados hace unos
días. Dos datos iniciales. En satisfacción con el funcionamiento de la
democracia en su país, Uruguay se encuentra en primer lugar, con 70 por ciento;
México en último lugar, con 19 por ciento: demoledor. Y en la evolución de este
indicador, a lo largo de los últimos 20 años solo superamos el promedio
latinoamericano en tres ocasiones, dos de ellas vinculadas con Vicente Fox (el
desastre, según la comentocracia): 2000 y 2006. El otro año fue 1997, cuando el
PRI perdió la mayoría en la Cámara y el DF. En 2015, nos encontramos a la mitad
del promedio regional.
Discutir
si la democracia mexicana es bien vista por los mexicanos a estas alturas es
ocioso. Lo importante es qué se puede hacer en el corto plazo, es decir, de
aquí a 2018, para revertir este terrible desgaste. Para mí, la respuesta mínima
—no exhaustiva— es evidente, y lo ha sido desde 2004: abrir los mayores cauces
posibles a las candidaturas sin partido para que alcancen los mejores resultados
posibles en las elecciones programadas.
Ese
es el sentido del desplegado "Por una cancha pareja para candidaturas
independientes", firmado por más de un centenar de personalidades de la
política, la academia, el activismo social, las letras y las artes, y el
empresariado, publicado aquí el martes pasado, criticando los candados
impuestos en varios estados a dichas candidaturas. Asimismo, fue el sentido de
la participación de dos signatarios —Aguilar Camín y yo— en la presentación
ante la prensa de la iniciativa de Manuel Clouthier, buscando facilitar el
camino a las candidaturas a nivel federal. Un desplegado no hace verano, y un
chisme no hace daño. El proceso de decantación de las candidaturas
independientes en potencia y el inevitable surgimiento de obstáculos jurídicos,
políticos y personales muestran un camino posible a Los Pinos, pero arduo y
sinuoso, como diría el presidente Mao. Por lo pronto, hay que concentrarse en
dos frentes: que se ensanchan al máximo las avenidas de acceso, y que se construya
un mecanismo para que por la principal de ellas transite uno solo. Ese, o esa,
será el bueno, o la buena. . .
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